martes, 4 de diciembre de 2012
En mi
Cuando yo era joven y libre y mi imaginación no conocía límites, soñaba con
cambiar el mundo. A medida que me fui haciendo mayor y más prudente, descubrí que
el mundo no cambiaría, de modo que acorté un poco la visión y decidí cambiar solamente
mi país.
Pero eso también parecía inamovible.
Al llegar a mi madurez, en un último y desesperado intento, decidí avenirme a
cambiar solamente a mi familia, a los seres que tenía más próximos, pero ¡ay!, tampoco
ellos quisieron saber nada del asunto.
Y ahora que me encuentro en mi lecho de muerte, de pronto me doy cuenta: «Sólo
con que hubiera empezado por cambiar yo mismo», con mi solo ejemplo habría cambiado
a mi familia.
Y entonces, movido por la inspiración y el estímulo que ellos me ofrecían, habría
sido capaz de mejorar mi país y quién sabe si incluso no hubiera podido cambiar el
mundo.
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Autoestima